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Un hermoso viaje me dio Ítaca

Hoy hace ya seis años que estuve cumpliendo un sueño en Nueva York. Tuve la inmensa suerte de trabajar en una universidad puntera en las mejores condiciones posibles, conocí a amigos que espero seguir conservando toda la vida, amé con un entusiasmo y una fuerza que solo se tiene a principios de los veinte, me reí y me divertí por encima de mis posibilidades, aprendí sobre la vida y sobre mí misma y viajé todo lo que pude y más por el país. A esta primera incursión en NYC le siguieron, en diferentes momentos a lo largo de mi año allí, una escapada a la histórica Boston y la literaria Concord de "Mujercitas"; un nevado paseo por la helada y salvaje Minnesota en pleno invierno; una buena dosis de patriotismo en el majestuoso Washington DC; una experiencia reveladora y solitaria en Philadelphia; y un tour frenético que me llevó a conocer Chicago, Seattle, Portland, San Francisco y Los Ángeles en poco menos de un mes. Durante todos estos viajes y en mi día a día allí, pude aprende

Habitación 508

Las tenues luces de la ciudad dormida se colaban por la ventana de la habitación 508. A lo lejos, el mar. Dentro, dos corazones luchaban por su supervivencia --uno literalmente, el otro sólo en sentido figurado--. El oxígeno emitía un susurro constante parecido al de un globo que se desinfla. El monitor, un eco sordo a cada latido, como de pasos recorriendo su camino inexorable y lento hacia la muerte. Todo parecían indicios macabros de que se te agotaba el tiempo. Y qué frío hacía en ese cuarto. "¿En qué piensas tanto?". Hasta en las peores te preocupas por mí primero. "En nada". "Sabes que a mí me lo puedes decir". Claro que sí. Siempre has sido el guardián de mis secretos, de mis trastadas, de mis viajes clandestinos. Pero eso no te lo podía contar... Hay cosas de mí que es mejor que no sepas nunca. "Tranquilo, estoy bien. Tú, duérmete". "Bueno. Pero dame la mano". Sonriendo, la busco y la pongo entre las mías. Siempre su ma

Humo y recuerdos

Ya hace tiempo que no sueño con tus besos, la calidez de tus labios tersos deleitándose en mi lengua, el sabor salado de tu sonrisa después del sexo. Ya no extraño el suave tacto de tu piel erizándose al paso de mis dedos, dibujando lentamente la curva mágica de tu cintura y sembrando tu espalda de caricias en el camino de vuelta hacia tu cuello. Ya no pienso en la sincronía de nuestros cuerpos enzarzados en un rítmico baile de placer prohibido, bañando de sudor el silencio solo roto por el murmullo de mis jadeos y el eco de tus gemidos. Ya casi no me acuerdo. Se me está borrando tu recuerdo. Se desvanece como huellas en la arena, se me escurre como agua entre los dedos, se deshace como el hielo con el que jugaba a enfriar las ganas de tu piel caliente en una de esas noches de las que ya casi no me acuerdo. Y hasta hace poco era tan nítido tu recuerdo que casi podía tocarlo, tan exacto que podía sentirlo, tan perfecto... Tan perfecto. Pero ahora es humo

El ejército de los tristes

A las seis de la mañana, las alarmas tocan diana en el 3ºA “ cinco minutos más ”, -la retrasan, maldiciendo, arañando en vano unos instantes al reloj para obtener una falsa sensación de libertad-. Al segundo toque abren los ojos y, mirando al techo, suspiran con pesadez: “ Otro día más ”. Cogen el iPhone, comprueban las redes y sin cruzar palabra, se ponen en pie. Se enfundan el uniforme tras una ducha no muy larga -camisa de marca, corbata y traje, colonia cara; blusa de encaje, jeans y stilettos, bolso de Prada-. Mientras ella coge las llaves del Corolla verso, él apura de un sorbo apresurado el Nespresso de su taza. Se despiden en el ascensor, mecánicos, con un beso hasta la noche. Él se pierde hacia la boca del metro; ella se aleja con un acelerón en coche. En ese mismo instante, se abre la puerta en el 2ºC tras catorce horas de turno interminable. Sin ni siquiera encender las luces, se descalza y se despoja del sencillo atuendo -negro p

Rest In Peace

Hoy te lloro. En silencio y sin consuelo, te lloro. Sin creerme aún tu ausencia, te lloro. Sin apenas ya lágrimas en los ojos, te lloro. Porque se me han secado de tanto extrañarte y me han gritado: «para qué nos quieres más, si ya se ha ido». Porque se me ha enquistado la esquirla de tu semblante inerte y plácido en este corazón dolorido. Pero el mundo sigue girando sin tregua aunque yo quiera bajarme. La vida no entiende de lutos ni esperas, continúa su curso inalterable. Y sé que hay que seguir. Aunque parezca una deshonra a tu memoria sonreír a lo invisible, hay que seguir. Aunque se sienta como un placer culpable el ser felices, hay que seguir. Pero hoy, que ya es siempre, te añoro. Te añoro, y cuando menos lo espero , la rabia golpea en forma de agua los frágiles cristales de mis pupilas. Como viejas ventanas gastadas, mis ojos cierro. La lluvia se queda fuera; el dolor, dentro.

Pandora

No sé a qué dioses has ofendido para merecer semejante castigo, pues no hay peor condena que la del amor a ciegas. Te impide ver lo que todos saben y te embarcas en la empresa estéril de perseguir a tu quimera. Como un Sísifo resignado, pero decidido, arrastras vuestra historia montaña arriba cargando su peso sobre tus hombros, haciendo tú todo el esfuerzo mientras ella sonríe, cínica, desde su esquina. Y todo para obtener un triste segundo de satisfacción que ni siquiera merece llamarse clímax, ese pequeño instante cuando llegas a la cima, esa pletórica milésima de segundo en la que crees alcanzar la felicidad... justo antes de que la piedra vuelva a caer. Y vuelves a empezar, pertinaz, una y otra vez. Sacando fuerzas de flaqueza donde todos los demás fracasaron. Como si quisieras demostrar que no hay nada imposible si la tienes a tu lado: -ni matar titanes, ni derrotar cíclopes, ni cruzar el Hades a nado...- Como si quisieras convencerte de que puedes lograr enamorar a

Céntrame de nuevo

Me he extraviado entre el camino de mi fervor precedente y mi abandono actual. Todo me deja indiferente… Excepto tú. Cuánto me gustaría sentir tus manos en mi cuerpo, tu boca para resucitarme en parte, reducida pero densa. Me devuelves la libertad: amo recobrar sensaciones a través tus palabras. Este corazón átono me niega los instantes pasados. Cataloguemos los momentos presentes. Pero desintegrada como estoy ¿Qué puedo ofrecerte? Elude mis desórdenes. Modélame simple y frugal a partir de nuestros recuerdos escuetos. Impón tus límites a mi dispersión. Inclúyeme en tus gestos, cércame con tus intenciones. Constrúyeme con mis escombros. Pásame tu respiración para que esta memoria drogada esboce un camino. Ayúdame a encontrar el hilo. Dame una aspiración. Sálvame. Mi objetivo es recomenzar, abolir el tiempo espeso del sufrimiento y la renuncia. Si tú me bosquejas, podremos proseguir con transparencia. Inventémonos un porvenir plausible. Tú estarías tendido a mi lado, nuestro