Daños colaterales
Tres años después y seguimos avanzando a retrocesos. Una vez más, se reitera el leitmotiv que de puro repetido bien podría convertirse en la banda sonora de mi vida: el problema no es la ciudad. El dolor no se irá. Cambiará de nombre y apariencia, cambiará la mano ejecutora, pero no su esencia.
No vas a librarte. Nunca se va. Está ahí esperando, acechando bajo el suelo que pisas para filtrarse y extenderse envenenándote desde las plantas de los pies. Aguardando ese momento en el que creas que puedes alcanzar la felicidad y tocar el cielo con la punta de los dedos para abalanzarse sobre ti y darte un mordisco certero de realidad que te corte la respiración y te haga ver que las cosas ni son tan bonitas ni tan fáciles como parecen.
Porque no, definitivamente no te toca ser feliz. Triste y sola. Así has estado siempre. Así es como debe ser. Y querer cambiar eso, haber intentado luchar contra eso (contra ti misma) es lo que estropea la cosas. No sirves para estar con gente. No sabes ser feliz. Y, cuando lo intentas, solo consigues hacer daño a diestro y siniestro.
Y es que no puede considerarse victoria si ganar implica que los tuyos pierdan. Porque hagas lo que hagas, alguien saldrá herido. Siempre. Es el peso de las consecuencias. Nada puede salir bien. Y, cuanto más empeño pongas en lo contrario, peor saldrá todo. Porque nada puede ir enteramente bien... Siempre hay condiciones. Y, a veces, el precio a pagar es demasiado alto.
Una vez más, te toca elegir. Y, una vez más, hagas lo que hagas, vas a equivocarte. Así que tal vez la solución sea batirse en retirada: como decían los sabios romanos, "saepe, fugere est vincere". Esa es la clave: elegir no elegir. Ni de un lado, ni de otro. Mantenerse neutral. Hacerse invisible. Huir hacia dentro, ya que alejarse físicamente no es una opción. Luchar contra tus instintos para resistir la tentación... Pero al menos la conciencia estaría tranquila. Todo el mundo pierde. Y tal vez eso sea lo justo.
Cualquier cosa es mejor que seguir haciendo daño, aunque el remedio sea tanto o más doloroso que la enfermedad... así que habrá que intentarlo. Resistirse. Renunciar. A todo. A todos. Escogerte a ti misma. Y negarte a lo demás. ¿Triste? Sí. Y sola. Pero así es como has estado siempre. Así es como debe ser.
Porque no, definitivamente no te toca ser feliz. Triste y sola. Así has estado siempre. Así es como debe ser. Y querer cambiar eso, haber intentado luchar contra eso (contra ti misma) es lo que estropea la cosas. No sirves para estar con gente. No sabes ser feliz. Y, cuando lo intentas, solo consigues hacer daño a diestro y siniestro.
Y es que no puede considerarse victoria si ganar implica que los tuyos pierdan. Porque hagas lo que hagas, alguien saldrá herido. Siempre. Es el peso de las consecuencias. Nada puede salir bien. Y, cuanto más empeño pongas en lo contrario, peor saldrá todo. Porque nada puede ir enteramente bien... Siempre hay condiciones. Y, a veces, el precio a pagar es demasiado alto.
Una vez más, te toca elegir. Y, una vez más, hagas lo que hagas, vas a equivocarte. Así que tal vez la solución sea batirse en retirada: como decían los sabios romanos, "saepe, fugere est vincere". Esa es la clave: elegir no elegir. Ni de un lado, ni de otro. Mantenerse neutral. Hacerse invisible. Huir hacia dentro, ya que alejarse físicamente no es una opción. Luchar contra tus instintos para resistir la tentación... Pero al menos la conciencia estaría tranquila. Todo el mundo pierde. Y tal vez eso sea lo justo.
Cualquier cosa es mejor que seguir haciendo daño, aunque el remedio sea tanto o más doloroso que la enfermedad... así que habrá que intentarlo. Resistirse. Renunciar. A todo. A todos. Escogerte a ti misma. Y negarte a lo demás. ¿Triste? Sí. Y sola. Pero así es como has estado siempre. Así es como debe ser.
Tal vez sea más fácil si solo tienes que responsabilizarte de tu propio dolor... No en vano sois viejos conocidos. Miedo, dolor y soledad. Nunca debiste olvidar que esos son tus únicos y verdaderos amigos.
Es curioso. Es curioso cuánto tienes que alejarte para darte cuenta de lo que dejas atrás... O de lo que no dejaste atrás. Porque los lastres vinieron contigo, a 400km de allí. Y han cambiado de forma, pero siguen ahí: en el fondo nunca perdiste esas ganas de romper con todo y de huir...
Es curioso. Es curioso cuánto tienes que alejarte para darte cuenta de lo que dejas atrás... O de lo que no dejaste atrás. Porque los lastres vinieron contigo, a 400km de allí. Y han cambiado de forma, pero siguen ahí: en el fondo nunca perdiste esas ganas de romper con todo y de huir...
Al fin y al cabo, vayas donde vayas y esté donde estés, quizás todavía no seas buena actriz. Quizás todavía no sepas sonreír...
Quizás, después de haberte ido y después de tantos años, tu sueño aún sea volar a un lugar lejos de aquí.
Quizás, después de haberte ido y después de tantos años, tu sueño aún sea volar a un lugar lejos de aquí.
Comentarios
Por una vez, quizás sea bueno ser egoísta y decidirse por una de las dos partes y dejar que el final esta vez sea diferente. Y no que ese final sea el de estar "sola", que parece ser lo más fácil porque te quita de problemas pero lo más jodido porque en verdad no es lo que quieres.
"Dejarse llevar suena demasiado bien..." Así dice la canción. Cierto. Así que... qué tal si nos dejamos llevar y lo que tenga que ser, será?
Pero gracias por estar, entender y, sobre todo, callar...
:)
Gracias otra vez, y no dejes de visitar la Calle del Olvido!